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COVID-19 y el sistema inmunitario: cómo la investigación del cáncer puede ayudar a frenar la pandemia del nuevo coronavirus

Desde el año pasado, el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que causa la enfermedad respiratoria conocida como COVID-19 se extendió a casi todas las partes del mundo. Con el aumento del número de casos confirmados a nivel mundial se intensifica la búsqueda de tratamientos eficaces. Afortunadamente, los conocimientos adquiridos durante décadas de investigación científica sobre nuestro sistema inmunitario y su respuesta a las enfermedades infecciosas y el cáncer no solo están ayudando a fundamentar el tratamiento para la COVID-19, sino que también pueden llevar a definir estrategias para prevenir futuros brotes del virus.

Inmunoterapia para prevenir la infección por el nuevo coronavirus

Las vacunas preventivas actúan «enseñando» al sistema inmunitario a reconocer amenazas específicas antes de encontrarlas, en este caso, el nuevo coronavirus. Con esta información, el sistema inmunitario prepara a los linfocitos T especializados y a las células B productoras de anticuerpos para que estén listas para neutralizar la amenaza, si aparece. Mientras los anticuerpos pueden unirse a copias del propio virus y marcarlas para su destrucción, los linfocitos T pueden reconocer las células infectadas y eliminarlas antes de que propaguen el virus a otras células.

Según un informe del 18 de marzo del Centro para el Control de Enfermedades (CDC), entre el 21 y el 31 % de los pacientes infectados por el nuevo coronavirus requiere hospitalización. A pesar de estas cifras alarmantes, eso significa que el sistema inmunitario de la mayoría de las personas logró eliminar el virus de forma natural. Sin embargo, es posible que a veces la respuesta inmunitaria no sea lo suficientemente fuerte o rápida para revertir la propagación del virus antes de la aparición de los síntomas o de que la enfermedad sea grave. En consecuencia, la vacuna preventiva prepara al sistema inmunitario del paciente para que, si se detecta el virus, se pueda eliminar antes de que provoque la enfermedad.

Hay una vacuna preventiva desarrollada por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los EE. UU. que se encuentra actualmente en un ensayo clínico de fase 1 con voluntarios sanos que no estuvieron expuestos al SARS-CoV-2. Sin embargo, incluso si se demuestra que esta vacuna experimental es segura y eficaz, es probable que se necesite al menos «de un año a un año y medio» para que llegue al público, según el Dr. Anthony S. Fauci, quien se desempeñó durante tres décadas y media como director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) en los NIH.

Inmunoterapia para tratar el COVID-19

Cuando nuestro sistema inmunitario se acelera en respuesta a una infección, la sobreproducción de ciertas moléculas que participan en la función inmunitaria normal puede dar lugar a una afección grave llamada síndrome de liberación de citocinas (SLC). El SLC se caracteriza por la hiperinflamación sistémica que daña los tejidos de los pacientes, pudiendo causar una insuficiencia orgánica y la muerte.

Inicialmente se observó en pacientes con cáncer cuyo sistema inmunitario rechazó los trasplantes de médula ósea (enfermedad de injerto contra huésped), y más tarde en pacientes con cáncer que recibieron un tipo relativamente nuevo de inmunoterapia denominado tratamiento con células CAR T. Ahora, se observaron en pacientes con COVID-19 síntomas similares al SLC y se descubrió que los elevados niveles de ciertas citocinas inflamatorias son un indicador de muerte debido a la enfermedad.

Una de estas citocinas inflamatorias es la interleucina-6 (IL-6). Al tratar a los pacientes con cáncer que padecen SLC, los oncólogos aprendieron que el bloqueo de la actividad de la vía IL-6 puede controlar el SLC. Como resultado de estas lecciones de la inmunoterapia, los médicos ahora están evaluando en al menos un ensayo el sarilumab, un fármaco bloqueador de IL-6 que puede mitigar el SLC en pacientes con COVID-19 grave. Con una versión modificada de fusión de la proteína DC24 diseñada para interrumpir el transmisor de señales inflamatorias también se está probando un tratamiento contra la COVID-19.

Las vacunas terapéuticas basadas en células son otra posible opción que se está investigando. Un método consiste en administrar a los pacientes células dendríticas modificadas artificialmente, preparadas para presentar blancos de proteínas virales a los linfocitos T, así como para estimular la proliferación y actividad de los linfocitos T. El otro método utiliza tanto células dendríticas como linfocitos T dirigidos al coronavirus.

Otra estrategia utiliza lo que se denomina plasma de convalecencia inactivado y consiste en extraer sangre de pacientes que se recuperaron de la infección por SARS-CoV-2. La idea es utilizar los anticuerpos dirigidos al virus, producidos por los sistemas inmunitarios de estos pacientes, para ayudar a quienes actualmente padecen COVID-19. Este método se está implementando en la ciudad de Nueva York, donde hay 25 000 casos activos al 27 de marzo. En el Mount Sinai Hospital se está utilizando con pacientes con COVID-19 moderada que presentaban dificultad para respirar.

«La idea es llegar al paciente justo en el momento justo”, señaló el Dr. David L. Reich, presidente y director de operaciones de Mount Sinai. Y añadió: “Es un poco difícil saber su valor desde el punto de vista científico hasta que uno lo prueba. No es exactamente un disparo a ciegas, pero no ha sido probado».

Otros métodos para prevenir o tratar la infección por coronavirus

También se está explorando en ensayos clínicos una serie de métodos preventivos y terapéuticos que no involucran directamente al sistema inmunitario, entre ellos la hidroxicloroquina, un medicamento contra la malaria, en combinación con el antibiótico azitromicina; el remdesivir, un fármaco antivírico que ha mostrado actividad contra otros coronavirus como el SARS y el MERS; el losartan, un medicamento para la presión arterial alta; y el aviptadil, un vasodilatador utilizado para la disfunción eréctil.

En total, al 22 de marzo había más de 100 ensayos en curso en todo el mundo, y al menos 11 en los EE. UU., en los que se investigan estrategias tanto preventivas como terapéuticas contra el SARS-CoV-2 y la COVID-19.

Cómo protegernos y proteger a la comunidad

Mientras nos esforzamos por encontrar soluciones científicas a largo plazo contra COVID-19, nuestra atención inmediata debe dirigirse a ralentizar la propagación del virus en nuestras comunidades.

Un estudio publicado recientemente dirigido por Lauren Ancel Meyers, Ph. D., profesora de Biología Integradora de la Universidad de Texas, Austin, descubrió que las personas presintomáticas pueden propagar el nuevo coronavirus que, así como la gripe, parece transmitirse de una persona a otra mediante gotículas respiratorias que contienen el virus. En otro estudio se constató que en esas gotículas, que pueden expulsarse al toser o estornudar, el nuevo coronavirus puede sobrevivir en el aire durante tres horas y en metal y plástico durante dos o tres días.

Nuestras acciones como individuos, como familias, comunidades y naciones serán cruciales para salvar tantas vidas como sea posible. Las directrices de protección de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y los protocolos como el distanciamiento social pretenden cortar las líneas de transmisión y proteger a los más vulnerables, particularmente a los ancianos, a quienes tienen problemas de salud preexistentes o su sistema inmunitario debilitado, entre otros grupos de alto riesgo.

Se cree que las personas con cáncer, en particular, tienen un mayor riesgo de complicaciones relacionadas con el coronavirus por al menos dos razones, según el Dr. Steve Pergram, Magíster en Salud Pública, del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson.

Primero, el cáncer de por sí puede contribuir a un estado de inmunodepresión general, lo que hace que las personas sean más susceptibles a la infección. Esto es especialmente válido para individuos con cáncer de sangre, como la leucemia, el linfoma y el mieloma, ya que estos tipos de cáncer pueden interferir directamente con el desarrollo de determinadas células inmunitarias y el funcionamiento del sistema inmunitario en su conjunto. Las personas con cáncer de pulmón también pueden tener mayor riesgo debido a la neumonía y otros problemas relacionados con los pulmones que pueden surgir en casos graves.

En segundo lugar, algunos tratamientos como las quimioterapias y los trasplantes de médula ósea pueden hacer que el paciente quede inmunodeprimido y susceptible a infecciones.

Si las decisiones relacionadas con el tratamiento en curso deben modificarse a la luz de la situación actual del coronavirus es un tema que aún está en discusión y que los pacientes deben abordar con su equipo médico. (Para obtener más información sobre este tema, consulte las preguntas frecuentes de la Sociedad Americana de Oncología Clínica – ASCO). Por ejemplo, Drew Griffin, un paciente con cáncer colorrectal, habló con su oncólogo sobre las precauciones a tomar, aprovechó su red de amigos y familiares para obtener ayuda y se preparó para la vida en Seattle durante un brote. 

Si bien es mucho más probable que el virus resulte grave o fatal para las personas comprendidas en determinados grupos de mayor riesgo, es preciso insistir en que todos, incluso las personas jóvenes y sanas, pueden infectarse y sufrir una enfermedad grave. Al 19 de marzo, el CDC reveló que una quinta parte de todos los pacientes internados en EE. UU. debido al nuevo coronavirus tenían entre 20 y 44 años.

Claramente, esta situación no se parece a nada de lo que hayamos visto antes. Si bien el desafío que presenta es inmenso y polifacético, somos más que capaces de superarlo mediante un esfuerzo científico intenso y un compromiso general con mejores comportamientos sociales, al menos en el futuro cercano.

«La pandemia actual de coronavirus al final desaparecerá —predice Jill O’Donnell-Tormey, Ph. D., Directora Ejecutiva y Directora de Asuntos Científicos del CRI— en gran medida gracias a los incansables esfuerzos de los profesionales médicos en primera línea, a los científicos que buscan mejores tratamientos y formas de prevenir futuros brotes, y a la generosidad de quienes financian su trabajo».

En el CRI seguimos comprometidos con la financiación de los científicos que estudian el sistema inmunitario y cómo puede aprovecharse su potencial para combatir no solo el cáncer, sino también las enfermedades autoinmunitarias e infecciosas. Ahora, más que nunca, su trabajo es vital para nuestro futuro.

Foto de Fusion Medical Animation en Unsplash
Actualizado el 27 de marzo

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